El título de esta charla fue escogido como consecuencia de la certeza que hay en que somos seres integrales, y que desde estos tres pilares construimos, o deconstruimos, el camino que llamamos vida.
Empezaré por definir cada uno de estos tres conceptos, luego veremos cómo interaccionan y por último daré algunas pautas de acciones tendientes a maximizar el potencial de cada uno de estos, para lograr el anhelado Bienestar.
El cuerpo humano es una red interconectada de diferentes sistemas de información y energía. Está compuesto de numerosos tejidos, como el tejido muscular, el oseo, el glandular, el cartilaginoso, etc., a su vez, el conjunto de tejidos forma sistemas específicos, como el respiratorio, el digestivo, el endocrino, de locomoción, entre otros. Todos estos sistemas están bajo el control del sistema nervioso, que regula sus funciones, y los adapta a cualquier circunstancia tanto del medio externo como del interno.
La mente es el conjunto de facultades cognitivas que engloban procesos como el lenguaje, el pensamiento, la conciencia, la memoria, la percepción, el raciocinio, el entendimiento. Este conjunto de procesos debe diferenciarse de los estados mentales, como el deseo, los sentimientos, las creencias, que son tipos, instancias de dichos procesos. Los procesos mentales pueden, a su vez, ser concientes, inconcientes o procedimentales. La mente emerge de la actividad cerebral.
El espíritu es la parte incorpórea del ser humano, es el que nos da la consciencia, que en una primera instancia se entiende como el conocimiento inmediato que el sujeto tiene de si mismo, de sus actos y reflexiones, es decir la facultad que tiene el ser humano que le permite darse cuenta de que ES y ESTA en el mundo. También se considera que el espíritu es esa parte de Dios, o cualquiera que sea la idea que se tenga de él, que habita en cada uno de nosotros. La biblia dice que el espíritu es el aliento de Dios todopoderoso, y que Dios lo soplo en la nariz del hombre al principio de la creación.
Entre la mente con sus expectativas y el cuerpo con su fisiología y emociones está el sistema límbico, que se comunica con el sistema endocrino y con el sistema inmune. El sistema neuroendocrino, con un lenguaje electroquímico, se comunica con el sistema inmune, que es un sistema interno, no cognitivo, y por tanto subconsciente, de manera que no nos damos cuenta de lo que está pasando con sus actividades, (producción de linfocitos, y citoquinas). Todas estas interacciones originan diversas sustancias como los péptidos, citoquinas, neurotransmisores y hormonas, que son recibidos por receptores en todas las células de nuestro organismo, sobre todo, por las células inmunitarias. Hoy se sabe que las neuronas son capaces de producir hormonas y citoquinas, que el sistema endocrino, además de producir hormonas, también puede producir neurotransmisores y citoquinas, y que el sistema inmune, que produce múltiples citoquinas, es capaz de producir, in situ, en el órgano necesitado, neurotransmisores y hormonas. De esta manera, estos tres sistemas actúan siempre, permanentemente, aunque no nos demos cuenta con nuestra parte mental consciente, cortical, del “yo”.
Sabemos, por otra parte, que los individuos vivos tienden a permanecer en homeostasis, es decir, con el medio interno constante y en equilibrio, a pesar de los cambios del medio ambiente. El equilibrio entre mente y cuerpo es lo que nos da el estado de salud. Cuando estamos completamente sanos no sentimos nuestro cuerpo, y estamos, en apariencia, actuando solamente con nuestra mente.
El ser humano nace con cuatro tendencias básicas que son fundamentales:
La primera es la tendencia a la vida y vivir es perdurar, “durar para”. Somos criaturas, se nos genera desde dos células cuyos genes se mezclan en un orden único, con un corazón que late, que “piensa” desde el hipotálamo hacia la corteza y que nos da libertad. Esta libertad fluye de la unión y comunicación armónica y permanente entre el corazón y la mente.
La segunda tendencia básica es la tendencia al desarrollo de nuestras potencialidades. Por una parte, de la personalidad consciente; por otra parte, de las emociones instintivas primarias como el miedo, la pena y la rabia, que suben a la corteza órbito-frontal y temporal, donde se reconocen como sentimientos conscientes que deben ser expresados, por ejemplo, con palabras o actitudes corporales; y por último, el desarrollo de la corporeidad como estructura física o templo donde habita el alma. El ser humano “ES” en un cuerpo, tenemos una corporeidad, y el ser humano se desarrolla al aprender a sentir y diferenciar entre el “tú” y el “yo” y el “ello”, al comprender que es un ser único, que no hay otro ser igual en cuerpo, mente y espíritu, que se respeta a sí mismo por ser único y que ama su individualidad, y así será posible amar al otro.
La tercera tendencia muy importante es la socialización; desde el nacimiento existe la necesidad de exteriorizarse hacia el otro, como semejante o como diferente. Se necesita una retroalimentación comunicacional, que puede ser positiva produciendo, como consecuencia, amor y caridad; o negativa, que genera alerta, amenaza y con ello una reacción de defensa o ataque, que incluso puede llevar a la destrucción del otro, como se ve en las guerras que se están desarrollando frente a nuestros ojos en vivo y en directo. Este estado es de homeostasis alterada y se llama estrés, en este caso la amenaza viene desde fuera, pero también puede venir desde dentro, si hemos sido maleducados en nuestra personalidad en la infancia, como, por ejemplo, en el caso de los niños abusados, que luego pueden llegar a ser psicópatas.
Las reacciones de estrés son cambios adaptativos preparatorios y anteriores a que se altere la homeostasis; el cuerpo está hecho para reaccionar de manera adaptativa y flexible para que sigamos en equilibrio, pero el estrés altera elementos rítmicos intrínsecos. Éstos, por vía hipotalámica, mediante los neurotransmisores ya mencionados, van a activar la hipófisis anterior que libera ACTH para estimular la corteza adrenal, y a su vez producirá hormonas para la adaptación metabólica, hormonas de la tiroides y hormona de crecimiento e inhibe hormonas de la reproducción; como consecuencia, la inmunidad será activada o inhibida junto a las otras sustancias bioquímicas mencionadas, en una alerta aumentada.
Los cambios adaptativos al estrés son: facilitación de vías neuronales de alerta y atención, de vías reflejas, de redistribución de la energía y de supresión de conductas de alimentación o de reproducción. A veces, la conducta de alimentación se exacerba y luego no sólo se suprime, sino que se elimina por la exacerbación de sentimientos de culpa, como ocurre en la anorexia y bulimia. También se alteran los ciclos menstruales o la producción de espermatozoides.
Los tipos de reacción al estrés son normales. Hay una activación estereotipada de mecanismos de adaptación en forma generalizada, inespecífica, rápida, limitada en el tiempo, con efecto anabólico e inmunosupresor. Esta reacción normal es moderada, breve y se produce bajo condiciones controladas: tiempo, duración, tema; pero hay reacciones al estrés que son destructivas, éstas son las graves, pues son prolongadas y se producen bajo condiciones incontrolables por el individuo que las sufre.
…..Continúa en una próxima entrega!